Elio Mosquera, el polifacético

Por Valentín Sánchez Daza 

Elio Mosquera tiene voz ronca, carvenosa, como con eco, y es medio pelado, o tiene un poco de pelo, como quieran verlo. Su rostro tira más para lo romboide que para lo ovalado, aunque tan solo un tanto, poquito. También es un mate de risa, ocurrente, chistoso, payaso. Un payaso mago. Un payaso mago que canta. Ahora mismo debe estar en Lima, payaseando, haciendo magia, cantando en el Festival Internacional de Mimo del ICPNA, haciéndonos quedar bien, a los huanuqueños, requetebién. Pero hay muchas cosas que no saben de Elio Mosquera, esa figura polifacética que regala y cobra por su arte en esta ciudad que lo vio nacer en el año 1976.

El cuasi profesor Elio Mosquera, pues es egresado del Instituto Superior Pedagógico Marcos Durand Martel, en la especialidad de educación inicial (“me falta el título nomás”), hace lo que quiere en su vida. Uno lo envidia, por su valor y decisión, si se cuenta que lo que hace, para la gente “normal” no da para comer, no da para vivir, no es para ganar plata, la diosa de estos tiempos y acaso de los tiempos antiguos también. Plata, lo que los padres, por lo general, quieren que tengan sus hijos. Elio ha hecho lo que quiere, para su felicidad, pero también para dolor de su madre, su padre y sus 9 hermanos, al menos al principio. Pero así ha sido su vida hasta hace algún tiempo, hoy sosegado, tranquilo, “porque ahora mi familia ya me comprende”, dice, disfrutando en Lima de su festival internacional de mimo, pelado como siempre.

Corría el año 92. Del colegio San Luis Gonzaga, Elio había pasado a estudiar al Leoncio Prado, cuando se fugó de su casa. Dejó el colegio, a sus amigos, a su familia, a la ciudad de Huánuco y se fue por el Perú, durante tres años, entre las chucherías, animales, ropajes del circo Barnums. Se escapó cautivado una tarde cuando, mientras jugaba básquet, vio la carpa del circo, sería agosto o julio, junto a la canchita de lo que ahora es la Cooperativa San Francisco. Allí estaban ‘Plumita’ y ‘Rocotito’, los payasos del Barnums, quienes le dijeron “vamos a viajar, chibolo”. Para llanto de su mamá y su papá, Elio aceptó, y así viajó a Tingo María, Pucallpa, Lima, Trujillo, Arequipa, Huaraz, y muchas ciudades más.

Comencé haciendo sketch con los payasos, dormía en el camión donde guardaban la ropa. En la carpa conversaba con los artistas, aprendía a hacer improvisaciones, dominar el escenario, perder el medio a la gente, querer a los niños, que son la vida, que son la esperanza. Comía en mercados, me pagaban, no lo hacía gratis, así me ganaba la vida, sin colegio, lejos de casa, así conocí el amor, su flaca era una Dark Pop. Aquí Elio no cuenta más, imaginen, dice, lo que hacía con mi flaquita.

Elio volvió a Huánuco porque su padre Carlos Mosquera Calderón falleció. Fue el dolor, dolor, dolor. Y después de eso comenzó a estudiar en la noche y terminó su educación secundaria. Sus hermanos, todos profesionales, insistían en que tenía que ser profesional, pero él, tozudo, que no, que no, que no, que quiero ser artista. Pero ser artista y ser profesional pueden ir de la mano y así ingresa al instituto Marcos Duran Martel, en donde conoce a César Rosas Llerena, el conocido director teatral en los ochentas y que lo acogió chévere, patriarcal, como su pupilo.

Así llegó al mimo. ¿Qué es el mimo? Elio responde, tras hacer un mojín de agrado: “Es el arte de contar historias sin palabras, utilizando el cuerpo y los gestos”. Y su primera presentación fue durante la exhibición de materiales pedagógicos que organizaron en el instituto. Y le salió bien, y desde aquel entonces va por el mundo haciendo mimo, a la manera de su referente Marcel Marceau, el extraordinario mimo francés que murió en el 2007.

Pero Elio Mosquera no solo hace eso, también ha incursionado en la música. Forma parte del grupo Némesis, junto a Ángel Durand y Erick Caycho, con quienes ha grabado su álbum “El despertar”. También ataca en cualquier karaoke, canta, sinvergüenza, para todos, sin temor, como cuando se quedó sin dinero en Ayacucho y con sus amigos Sacha y Nils hicieron su show en la plaza de armas de Huamanga para comer y volver a Huánuco. Así es Elio, libre, instintivo, solidario, apasionado, siempre en busca de sus dalinas para sus shows infantiles, viviendo solo en un cuarto del jirón José Crespo y Castillo, haciendo de corochano, ese icónico personaje de la Danza de los Negritos de Huánuco, haciendo de profe en un colegio religioso, pero sobre todo es alguien que nos hace creen en la alegría de la vida. Que nos roba una sonrisa con puro talento.
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About Orlando Bravo Jesus

Blogger y periodista huanuqueño.
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