Por: Mg. Teresa Chara de los Rios
Hace unos días buscando un libro para leer, me encontré con uno que me llamó la atención “Las francesas no engordan” de Mireille Guiliano. La verdad es que nunca me interesó leer un libro sobre cómo adelgazar, o un libro de dietas que para ser sincera hay miles en el mercado, cada una se dice ser más eficaz que la otra. Sin embargo, terminé comprando el libro quizás con mi oculta intención de regalárselo a una amiga que le guste el tema.
Me interesó el libro porque quien lo escribía no era una experimentada nutricionista, tampoco era una eficiente entrenadora personal, era simplemente una mujer francesa que se había mantenido delgada hasta el momento que tuvo que vivir en Estados Unidos y allí, comiendo las mismas cosas que había comido en su país natal, subió diez kilos de más.
Esto la llevó a analizar y a investigar el porqué había ganado tanto peso. Nosotros como los norteamericanos comemos mucha comida chatarra, fritura, harinas, salsas a base de aceites. Los franceses en cambio, comen más verduras, mucha fruta y comida hecha en casa.
Una costumbre similar a los norteamericanos, es la de comer sentados frente al televisor, y esto no nos ayuda a medir la cantidad que comemos. Nosotros comemos para llenarnos y paramos de comer cuando nuestro cerebro nos avisa que estamos satisfechos y que ya no podemos seguir comiendo más.
Muchas personas comemos muy rápido, no degustamos la comida, tenemos ansias por terminar lo más pronto posible y no le damos tiempo a nuestro cerebro de darse cuenta de la cantidad de comida que estamos ingiriendo y es por eso que podemos seguir comiendo más y más.
En cambio para los franceses el momento de comer es especial, lo hacen lentamente, se toman su tiempo, no se apresuran. Para ellos, sentarse a la mesa no es sólo para comer sino es un tiempo de conversar, de compartir, de socializar. Ellos antes que comer un solo plato abundante, prefieren un poquito de diversos platos. Por ejemplo, cuando nosotros comemos un plato de pachamanca y nos gusta, repetimos más pachamanca; sin embargo, para ellos la variedad es la mejor opción, es decir, degustan un poco de cada cosa y no una gran porción de una sola cosa.
Los franceses también comen pensando en lo que les va a caer bien, los alimentos saludables, lo que les va a dar energía o mejorar su salud. En cambio nosotros siempre estamos pensamos en qué tipo de comida nos hace daño, que nos va a caer mal. Como ven todo está en la mente y la vida nos devuelve con los lentes que la miramos.
Y por último a los franceses les gusta caminar. Caminan mucho y si no, lo hacen en bicicleta, no sólo por lo del medio ambiente sino también por salud, mientras nosotros caminamos menos pero gastamos más dinero asistiendo a un gimnasio sin lograr bajar esos kilitos de más.
En resumen si queremos comer bien y no engordar, seleccionemos nuestros alimentos, nada de comida chatarra, si muchas frutas y verduras, caminemos más y miremos la vida en forma positiva. Si con esto no bajamos de peso, por lo menos nos sentiremos más felices.
Hace unos días buscando un libro para leer, me encontré con uno que me llamó la atención “Las francesas no engordan” de Mireille Guiliano. La verdad es que nunca me interesó leer un libro sobre cómo adelgazar, o un libro de dietas que para ser sincera hay miles en el mercado, cada una se dice ser más eficaz que la otra. Sin embargo, terminé comprando el libro quizás con mi oculta intención de regalárselo a una amiga que le guste el tema.
Me interesó el libro porque quien lo escribía no era una experimentada nutricionista, tampoco era una eficiente entrenadora personal, era simplemente una mujer francesa que se había mantenido delgada hasta el momento que tuvo que vivir en Estados Unidos y allí, comiendo las mismas cosas que había comido en su país natal, subió diez kilos de más.
Esto la llevó a analizar y a investigar el porqué había ganado tanto peso. Nosotros como los norteamericanos comemos mucha comida chatarra, fritura, harinas, salsas a base de aceites. Los franceses en cambio, comen más verduras, mucha fruta y comida hecha en casa.
Una costumbre similar a los norteamericanos, es la de comer sentados frente al televisor, y esto no nos ayuda a medir la cantidad que comemos. Nosotros comemos para llenarnos y paramos de comer cuando nuestro cerebro nos avisa que estamos satisfechos y que ya no podemos seguir comiendo más.
Muchas personas comemos muy rápido, no degustamos la comida, tenemos ansias por terminar lo más pronto posible y no le damos tiempo a nuestro cerebro de darse cuenta de la cantidad de comida que estamos ingiriendo y es por eso que podemos seguir comiendo más y más.
En cambio para los franceses el momento de comer es especial, lo hacen lentamente, se toman su tiempo, no se apresuran. Para ellos, sentarse a la mesa no es sólo para comer sino es un tiempo de conversar, de compartir, de socializar. Ellos antes que comer un solo plato abundante, prefieren un poquito de diversos platos. Por ejemplo, cuando nosotros comemos un plato de pachamanca y nos gusta, repetimos más pachamanca; sin embargo, para ellos la variedad es la mejor opción, es decir, degustan un poco de cada cosa y no una gran porción de una sola cosa.
Los franceses también comen pensando en lo que les va a caer bien, los alimentos saludables, lo que les va a dar energía o mejorar su salud. En cambio nosotros siempre estamos pensamos en qué tipo de comida nos hace daño, que nos va a caer mal. Como ven todo está en la mente y la vida nos devuelve con los lentes que la miramos.
Y por último a los franceses les gusta caminar. Caminan mucho y si no, lo hacen en bicicleta, no sólo por lo del medio ambiente sino también por salud, mientras nosotros caminamos menos pero gastamos más dinero asistiendo a un gimnasio sin lograr bajar esos kilitos de más.
En resumen si queremos comer bien y no engordar, seleccionemos nuestros alimentos, nada de comida chatarra, si muchas frutas y verduras, caminemos más y miremos la vida en forma positiva. Si con esto no bajamos de peso, por lo menos nos sentiremos más felices.
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