Por: Mag. Teresa Chara de los Rios
teresachara@hotmail.com
La infidelidad es un conflicto de tres personas. La pareja y la presencia de una tercera persona que puede ser hombre o mujer. La infidelidad es una traición a la confianza y a los sentimientos.
Causa heridas en el alma, en la mente y en el corazón. La persona engañada queda afectada, herida, aturdida, le parece estar viviendo una pesadilla y su recuperación tardará en la medida que pueda superar la situación, de acuerdo al grado de autoestima que tenga y a la intensidad de los sentimientos puestos en esa relación.
Para algunas personas será más fácil que para otras superar ese trauma. Algunas decidirán la separación definitiva, otras sabrán perdonar o pasarla por alto.
El engaño, la traición, necesariamente nos pone en una situación de desventaja, una situación que nos obliga a compararnos, y que en la comparación, casi siempre, salimos perdiendo. Por eso nos preguntamos ¿Qué pasó? ¿Dónde estuvo mi falla? ¿Por qué la prefirió? ¿Ella es más bonita? ¿Es más joven? Nos hacemos tantas preguntas como si la infidelidad fuera un tema tan sencillo como eso.
Pero la situación se complica cuando hay de por medio hijos, quienes también sufren al ver a sus padres pelear continuamente o que el papá abandonó la casa familiar por emprender una nueva relación.
Los problemas mayores y de consecuencias lamentables vienen cuando dada la separación, cada vez que el padre viene a ver a sus hijos o a dejar la pensión alimenticia, juega con los sentimientos de la madre, dándole esperanzas de querer regresar a casa, de manifestarle que no es feliz con su nueva pareja, que se equivocó, pero que por el momento no la puede dejar. La situación empeora cuando él se aprovecha en mantener relaciones sexuales con su ex pareja, como una condición para dejar el dinero.
Hay sentimientos encontrados en la mujer. Aceptar que está siendo usada como objeto sexual por el hecho de recibir el dinero de la pensión alimenticia que por ley le corresponde a sus hijos, o empezar a ilusionarse que si él la busca, es porque todavía la ama y algún día regresará a casa. En esta segunda situación la mujer desarrolla sentimientos de venganza hacia la otra mujer, la odia, desea desaparecerla porque considera que ella es la culpable de todos sus pesares.
Y así en silencio, comienza a tramar su venganza. Buscará las formas más insospechadas de querer desaparecer a la amante. Hasta aquí se abren dos posibilidades: O se queda sólo con el deseo de pretender eliminar a aquella mujer que es motivo de su sufrimiento, persistiendo en una relación dolorosa, sin atreverse a terminar la relación para que él siga viniendo a casa. O lo segundo, contrata a sicarios para que asesinen a la amante porque piensa que eliminándola, su pareja regresará con ella y volverán a ser felices como antes. Tenemos un caso lamentable como es el de una mujer policía que asesinó a la amante de su ex pareja quemándola viva después de torturarla.
Jugar a ser infieles es jugar con fuego. No pretendo ser moralista y pedir a las parejas que sean fieles para toda la vida. La infidelidad se da por muchas razones, entre ellas, porque queremos jugar a ser “conquistadores y conquistadas”, porque queremos salir de la rutina, porque se presentó la oportunidad de un “choque y fuga” y después cuando quisimos salir ya no pudimos, sea porque nos enamoramos de tanto jugar o sea porque la otra persona no pretende terminar la relación porque considera que no es ningún objeto que se “toma y se deja”.
Lo importante que deseo resaltar es, que si nosotros ya no queremos continuar más con una relación de pareja, hay que terminarla, pero terminarla bien, dejando las reglas claras, sin pretender posteriormente aprovechar la situación.
Reflexionar juntos que si la relación se acabó probablemente fue porque también se fue el amor y no porque apareció la otra persona. Nadie tiene la culpa de amar o de dejar de amar. ¿Duele? Claro que duele, pero es mejor así y con ello evitaremos crear falsas ilusiones y generar sentimientos de venganza que terminarán en asesinatos, donde los grandes perdedores en ese trío amoroso, serán los inocentes hijos.
Causa heridas en el alma, en la mente y en el corazón. La persona engañada queda afectada, herida, aturdida, le parece estar viviendo una pesadilla y su recuperación tardará en la medida que pueda superar la situación, de acuerdo al grado de autoestima que tenga y a la intensidad de los sentimientos puestos en esa relación.
Para algunas personas será más fácil que para otras superar ese trauma. Algunas decidirán la separación definitiva, otras sabrán perdonar o pasarla por alto.
El engaño, la traición, necesariamente nos pone en una situación de desventaja, una situación que nos obliga a compararnos, y que en la comparación, casi siempre, salimos perdiendo. Por eso nos preguntamos ¿Qué pasó? ¿Dónde estuvo mi falla? ¿Por qué la prefirió? ¿Ella es más bonita? ¿Es más joven? Nos hacemos tantas preguntas como si la infidelidad fuera un tema tan sencillo como eso.
Pero la situación se complica cuando hay de por medio hijos, quienes también sufren al ver a sus padres pelear continuamente o que el papá abandonó la casa familiar por emprender una nueva relación.
Los problemas mayores y de consecuencias lamentables vienen cuando dada la separación, cada vez que el padre viene a ver a sus hijos o a dejar la pensión alimenticia, juega con los sentimientos de la madre, dándole esperanzas de querer regresar a casa, de manifestarle que no es feliz con su nueva pareja, que se equivocó, pero que por el momento no la puede dejar. La situación empeora cuando él se aprovecha en mantener relaciones sexuales con su ex pareja, como una condición para dejar el dinero.
Hay sentimientos encontrados en la mujer. Aceptar que está siendo usada como objeto sexual por el hecho de recibir el dinero de la pensión alimenticia que por ley le corresponde a sus hijos, o empezar a ilusionarse que si él la busca, es porque todavía la ama y algún día regresará a casa. En esta segunda situación la mujer desarrolla sentimientos de venganza hacia la otra mujer, la odia, desea desaparecerla porque considera que ella es la culpable de todos sus pesares.
Y así en silencio, comienza a tramar su venganza. Buscará las formas más insospechadas de querer desaparecer a la amante. Hasta aquí se abren dos posibilidades: O se queda sólo con el deseo de pretender eliminar a aquella mujer que es motivo de su sufrimiento, persistiendo en una relación dolorosa, sin atreverse a terminar la relación para que él siga viniendo a casa. O lo segundo, contrata a sicarios para que asesinen a la amante porque piensa que eliminándola, su pareja regresará con ella y volverán a ser felices como antes. Tenemos un caso lamentable como es el de una mujer policía que asesinó a la amante de su ex pareja quemándola viva después de torturarla.
Jugar a ser infieles es jugar con fuego. No pretendo ser moralista y pedir a las parejas que sean fieles para toda la vida. La infidelidad se da por muchas razones, entre ellas, porque queremos jugar a ser “conquistadores y conquistadas”, porque queremos salir de la rutina, porque se presentó la oportunidad de un “choque y fuga” y después cuando quisimos salir ya no pudimos, sea porque nos enamoramos de tanto jugar o sea porque la otra persona no pretende terminar la relación porque considera que no es ningún objeto que se “toma y se deja”.
Lo importante que deseo resaltar es, que si nosotros ya no queremos continuar más con una relación de pareja, hay que terminarla, pero terminarla bien, dejando las reglas claras, sin pretender posteriormente aprovechar la situación.
Reflexionar juntos que si la relación se acabó probablemente fue porque también se fue el amor y no porque apareció la otra persona. Nadie tiene la culpa de amar o de dejar de amar. ¿Duele? Claro que duele, pero es mejor así y con ello evitaremos crear falsas ilusiones y generar sentimientos de venganza que terminarán en asesinatos, donde los grandes perdedores en ese trío amoroso, serán los inocentes hijos.
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