Después de dos horas de viaje por trocha, desde la ciudad de Huánuco, y cerca de 30 minutos de caminata en subida llegamos a Pichgacocha, bello paraje situado a 3600 m.s.n.m., cuyo principal atractivo son las cinco lagunas unidas a través de impresionantes cascadas.
No tenía planificado nada y era cerca de las nueve de la noche, cuando uno de mis amigos vino a decirme que la Dirección Regional de Educación estaba organizando una camita a “Pichgacocha”, palabra quechua que significa cinco lagunas. No lo pensé dos veces y acepté la invitación.
Tres combis esperaban en el parque Amarilis al día siguiente, lugar de partida y donde se habían congregado desde tempranas horas las personas que nos acompañarían en esta aventura, en su mayoría docentes y algunos periodistas.
Fuimos por el camino que conduce al poblado de la Libertad, y a la altura de las Pampas tomamos un desvío y viajamos más de dos horas, pues para llegar a este lugar. La distancia se mide en horas y no en kilómetros como en otras partes del mundo.
Desde la “combi” se podía disfrutar de hermosos paisajes como Conchamarca, y La Libertad. Sin embargo, a medida que ascendíamos a la cima, el clima se tornaba cada vez más fresco y una densa neblina nos impedía ver con mayor claridad. Nuestra sorpresa fue grande, cuando más adelante los vehículos que nos transportaba se detuvieron, un derrumbe había cortado el paso, pero estábamos muy cerca, por lo que decidimos seguir la ruta a pie.
Encontramos una choza rústica, y también era el inicio del camino más complicado, desde allí escalamos sobre las rocas y nos internamos por unos caminos angostos y cada vez mas riesgosos. Trataba de no mirar el abismo y concentrarme más en dónde estaba pisando.
A las nueve de la mañana, llegamos a “Las Cinco Lagunas” por un sendero angosto y nos sorprendimos ante la quietud de uno de las lagunas que en ese momento no se podía distinguir debido a una densa neblina. Seguimos caminando por la orilla de la laguna hasta que llegamos a una gigantesca roca y nos paramos sobre ella. Allí una de las profesoras que nos acompañaba dijo - “saludemos a la naturaleza por tanta belleza que nos da en estos momentos” – Ella, nos explicó un saludo que hacen las personas que practican yoga. En ese momento nos pusimos delante de la laguna, alzamos nuestras manos y respiramos profundamente, luego nos tiramos al piso con los ojos cerrados y las manos extendidas durante unos minutos.
Las sensaciones que pude experimentar son muy difíciles de expresar con palabras. Había una paz total, sentía que estaba en armonía con la naturaleza, olvidé completamente mi vida rutinaria, y luego de abrir los ojos lentamente nos quedamos contemplando uno de las lagunas, y ante nuestra mirada atónita, la neblina empezó a disiparse lentamente. Una de las profesoras dijo, “la naturaleza nos esta dando la bienvenida,…nos responde”, y otra profesora que se encontraba a mi costado quería llorar de la emoción. El paisaje era impresionante, la laguna era como un espejo, que reflejaba las montañas. La caminata fue muy dura para mí que no tengo costumbre de andar por la altura. Pero al ver aquel espectáculo me dije a mi mismo. !Valió la pena! para ver tan bello espectáculo tenía que sufrir un tanto y como dice el dicho “el que quiere celeste que le cueste”.
No tenía planificado nada y era cerca de las nueve de la noche, cuando uno de mis amigos vino a decirme que la Dirección Regional de Educación estaba organizando una camita a “Pichgacocha”, palabra quechua que significa cinco lagunas. No lo pensé dos veces y acepté la invitación.
Tres combis esperaban en el parque Amarilis al día siguiente, lugar de partida y donde se habían congregado desde tempranas horas las personas que nos acompañarían en esta aventura, en su mayoría docentes y algunos periodistas.
Fuimos por el camino que conduce al poblado de la Libertad, y a la altura de las Pampas tomamos un desvío y viajamos más de dos horas, pues para llegar a este lugar. La distancia se mide en horas y no en kilómetros como en otras partes del mundo.
Desde la “combi” se podía disfrutar de hermosos paisajes como Conchamarca, y La Libertad. Sin embargo, a medida que ascendíamos a la cima, el clima se tornaba cada vez más fresco y una densa neblina nos impedía ver con mayor claridad. Nuestra sorpresa fue grande, cuando más adelante los vehículos que nos transportaba se detuvieron, un derrumbe había cortado el paso, pero estábamos muy cerca, por lo que decidimos seguir la ruta a pie.
Encontramos una choza rústica, y también era el inicio del camino más complicado, desde allí escalamos sobre las rocas y nos internamos por unos caminos angostos y cada vez mas riesgosos. Trataba de no mirar el abismo y concentrarme más en dónde estaba pisando.
A las nueve de la mañana, llegamos a “Las Cinco Lagunas” por un sendero angosto y nos sorprendimos ante la quietud de uno de las lagunas que en ese momento no se podía distinguir debido a una densa neblina. Seguimos caminando por la orilla de la laguna hasta que llegamos a una gigantesca roca y nos paramos sobre ella. Allí una de las profesoras que nos acompañaba dijo - “saludemos a la naturaleza por tanta belleza que nos da en estos momentos” – Ella, nos explicó un saludo que hacen las personas que practican yoga. En ese momento nos pusimos delante de la laguna, alzamos nuestras manos y respiramos profundamente, luego nos tiramos al piso con los ojos cerrados y las manos extendidas durante unos minutos.
Las sensaciones que pude experimentar son muy difíciles de expresar con palabras. Había una paz total, sentía que estaba en armonía con la naturaleza, olvidé completamente mi vida rutinaria, y luego de abrir los ojos lentamente nos quedamos contemplando uno de las lagunas, y ante nuestra mirada atónita, la neblina empezó a disiparse lentamente. Una de las profesoras dijo, “la naturaleza nos esta dando la bienvenida,…nos responde”, y otra profesora que se encontraba a mi costado quería llorar de la emoción. El paisaje era impresionante, la laguna era como un espejo, que reflejaba las montañas. La caminata fue muy dura para mí que no tengo costumbre de andar por la altura. Pero al ver aquel espectáculo me dije a mi mismo. !Valió la pena! para ver tan bello espectáculo tenía que sufrir un tanto y como dice el dicho “el que quiere celeste que le cueste”.
En ese momento recorrió por mi mente algunas imágenes, como botes de goma surcando lentamente en el aquella laguna, pescadores lanzando su caña en busca de truchas y en las orillas, tiendas de campañas de colores con unos niños jugando. Y muy cerca de un lago un grupo de señoras practicando Taichi. Todo esto sería posible si algún día un empresario decide lanzar algún paquete turístico no convencional para aquellos que buscan la aventura al aire libre... [más]
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