A través de su primera novela, Elizabeth Deza nos introduce a un mundo paradisiaco en donde los seres humanos coexisten en armonía. Tal como en un Edén terrenal o un Macondo de García Márquez, la ciudad de Shimalpy cuenta con todos los recursos necesarios para hacer de la existencia humana una grata y placentera experiencia. Como es bien sabido un pueblo como Shimalpy, producto del realismo mágico, solo puede ser habitado por seres que viven en un estado de inocencia, en el cual la maldad no tiene cabida en sus corazones.
Esto nos recuerda a un Sion, un pueblo antediluviano que era habitado por hombres “puros de corazón”, por lo cual halló la gracia ante los ojos del Creador y fue arrebatado a los cielos. Una ciudad con dotes de paz y riqueza siempre será codiciada, en mayor grado por hombres cuyo corazón se ha corrompido por la maldad; y en menor grado, incluso por nosotros que ya hemos probado los sinsabores de las falacias de la vida terrenal
Esta situación no será ajena al pueblo de nuestra historia, que al verse amenazado con la extinción a manos de hordas invasoras, tienen la necesidad de una figura mesiánica, que en este caso, será representada por Nila. No es la primera vez que la salvación de un pueblo se encuentre en manos de una mujer. Tal circunstancia nos produce remembranzas de casos reales o imaginarios, como la liberación de un pueblo hebreo a manos de una reina Esther; de las tierras vietnamitas a manos de Trug Nhi y Trung Trac; de los francesas por Juana de Arco, de los georgianos por Tamar de Georgia, de los hindúes en Rani Laksmanibail o de Ali Baba a manos de Luz Nocturna.
En las páginas de la presente obra nos veremos reflejados en Nila al comparar nuestro transitar por esta vida con las etapas del desarrollo humano, en especial con el momento más importante y a la vez más dramático de la existencia: el paso de la niñez a la pubertad con el subsecuente fin de la ingenuidad y el conocimiento del bien y del mal. El término ingenuidad debe ser entendido como la inocencia de quien ha nacido en un lugar del cual no se ha movido y, por tanto, es sinónimo de carencia de experiencia.
Como El principito de Antoine de Saint-Exupéry Nila va experimentando un crecimiento físico y espiritual conforme se desarrolla la novela.
Desde ya podemos vislumbrar en Elizabeth la semilla de la creatividad innata y esperamos que en el futuro nos siga deleitando con su prosa y se constituya en un pilar de importancia en la narrativa huanuqueña.
(Tomado del prólogo de Ronal Leiva Echevarría)
La dama de Shimalpy / Deza Laurencio, Elizabeth Saly, Pról. Ronal Leyva Echevarria.--Lima: Ediciones Condor Pasa,2018.
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